Fue uno de los peores accidentes aéreos que se recuerden en la Patagonia y la Región de Aysén. El pasado 8 de abril se cumplieron 55 años de la tragedia del cerro Emperador Guillermo, en Coyhaique.
Fue a eso de las 2 de la tarde del 8 de abril de 1968 que un avión Douglas DC-3 CC-CBM de la empresa Ladeco llegaba a su destino, pero la lluvia y fuertes vientos produjeron vibraciones que hicieron que perdiera su ala izquierda y se estrellara contra el sector Emperador Guillermo. Fueron 36 las víctimas fatales.
El cerro Emperador Guillermo tiene un altura de 2.100 metros y fue bautizado así por el geólogo y explorador Hans Steffens a fines del siglo XIX.
El Douglas DC-3 CC-CBM de Ladeco era un avión de dos motores y, según testimonios entregados a la prensa en aquel año, ya había presentado fallas técnicas y que se acrecentaron con los vientos patagones.
El avión había salido desde Santiago, hizo una parada en Puerto Mont y seguía hacia Coyhaique, pero lamentablemente no pudo llegar a su destino.
El accidente hizo recordar a la opinión pública de Coyhaique el accidente que antes ocurrió el 16 de junio de 1963 cuando otro avión se estrelló en el Cerro Pérez y en el que uno de los fallecidos fue el obispo Cesar Gerardo Vielmo.
Aquel 8 de abril de 1968 el avión cumplía el vuelo 213 entre Santiago y Coyhaique. Testigos del desastre, todos lugareños, vieron cómo del avión se desprendía el ala y el aparato comenzaba a descender con mucha velocidad, absolutamente descontrolado y desprendiendo una negra humareda.
Después se supo que el avión cayó en pleno sector selvático y que muchos ramajes de árboles penetraron los cuerpos de las víctimas como si fueran lanzas mortíferas, según relató la prensa coyhaiquina de la época.
Fue una verdadera odisea recuperar los cuerpos calcinados. Los cadáveres quedaron diseminados en un radio de 600 metros y sus cuerpos, que estaban en sitios muy escarpados, debieron ser bajados a la planicie a lomo de mulas.
La mayoría fueron cuidadosamente envueltos en bolsas plásticas que fueron depositadas en urnas y velados en el gimnasio chico del Liceo San Felipe Benicio de Coyhaique.
Resultó impactante para los coyhaiquinos el paso de los féretros en un camión por avenida Baquedano hacia el lugar del velatorio en el gimnasio cubierto del Liceo San Felipe Benicio.
De los 36 fallecidos once de ellos eran luchadores del conocido programa Titanes del Ring y que por primera vez iban a hacer una presentación en Coyhaique.
Los luchadores pertenecían al corral del legendario “Huaso Briones”, quien viajaba junto a ellos.
Coyhaique hizo un homenaje póstumo a estos deportistas en su gimnasio fiscal y resultó especialmente conmovedor el minuto de silencio cuando apagaron todas las luces y el recinto quedó iluminado por una solitaria vela.
La lista fatídica fue entregada al día siguiente por la compañía aérea. Tripulaban el avión José Valencia Maggi, piloto; Edecio Rivera Lorca, copiloto y Germán Moreno Laulie, sobrecargo.
Los pasajeros eran Narciso Álvarez Álvarez de La Serena, los catchers (deportistas de lucha libre) Francisco Javier Gómez Marín, Jaime Véliz Farías, Florencio González Hernández, Eduardo Puente Arias, Renato Briones Pozo, Luis Molina Bañados, Luis Gómez San Martín, Miguel Ramírez Gaete y Mario Ramírez Rivas.
También iban Edmundo Valdés Hotting y Gonzalo Bobadilla, funcionarios de Fach; Graciela Cantuarias Bernal, Ruediser Kroper, Claudio Mujica Moreno, el grupo familiar compuesto por Raúl Oyarzún Quintana, su esposa Renata Muñoz de Oyarzún y sus hijos Raúl, Luis, Claudio y Marcelo; Violeta Solís de Fuentes, Francisco Araya, Ruth Cañón, María Villarroel de Arriagada e hijita Florida Arriagada Villarroel; el grupo familiar formado por Nelson Vera, Blanca Bernabé de Vera e hijos Nelson, Verónica y Andrea y Francisco Pérez Vergara, que residía en Coyhaique.
Hasta ahora esta ha sido la peor tragedia aérea vivida en la región, tanto por el accidente mismo, número de víctimas y el arduo trabajo de recuperación e identificación de los cadáveres.
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