Por Mario Guarda, Vasti Abarca y Eva Rocha.
“Una mujer le dijo a mi mamá: señora ya no se haga ninguna fantasía de volver a ver a su hijo porque ya no está acá en Chile”, comenta Gloria Peranchiguay, en un relato estremecedor sobre la búsqueda de su hermano menor, Claudio.
La familia Peranchiguay es parte de las víctimas de adopciones forzadas que se registraron en la zona sur del país durante la dictadura cívico-militar, y esta es su historia, que se enmarca dentro de una serie de reportajes de Grupo Diario Sur, titulada “Madres-niñas, las otras víctimas de la dictadura”.
Gloria es nacida y criada en Coyhaique, ciudad desde la que asegura, le arrebataron a su hermano, quien nació el 7 de junio de 1978. Siendo tres años mayor que el pequeño Claudio, Gloria dice tener un recuerdo claro del último día que lo vio.
Según explica al Área de Reportajes de Grupo Diario Sur, desde que su hermano nació, siempre tuvo problemas de salud, aunque asegura que la familia nunca supo cuál era el grave diagnóstico que lo obligaba a pasar la mayor parte del tiempo internado en el Hospital Regional de Coyhaique.
Hijos de una madre que no sabía leer ni escribir y con un padre absolutamente ausente, la familia no tenía los recursos para solicitar ayuda especializada a un centro asistencial mientras eran los tiempos de la dictadura cívico-militar en Chile.
La jefa del hogar debía trabajar, por lo que durante su jornada laboral recurría a una guardería en Coyhaique, que en esos años se ubicaba aledaño a la cárcel, para que cuidaran al menor de sus hijos.
Corría el año 1982 y Gloria recuerda con claridad el día en que a su mamá le arrebataron al menor de sus hijos, quien en ese momento tenía cuatro años.
“Yo recuerdo que lo fue a buscar una asistente social, que se llama Verónica Melo. Ella atendió muchos años aquí en Coyhaique”, relata Gloria, quien también recuerda, aunque con menos exactitud, que la funcionaria iba acompañada por un juez de apellido Moreno, quien dice que ya murió.
Según el relato de Gloria, los funcionarios les comunicaron que el objetivo de la visita era trasladar a Claudio al hospital Paula Jaraquemada, en Santiago, donde sería internado y recibiría el tratamiento médico que requería, para luego volver a su hogar.
Todo esto sin que la familia supiera cuál era el diagnóstico y tratamiento que necesitaba su hermano, explica Gloria.
“Ellos lo fueron a buscar en un vehículo y a mi mamá le hicieron firmar un papel”, relata la mujer, que asegura que en el documento, su madre que no sabía leer ni escribir, consentía que su hijo fuera internado en el hospital y “fuera solito”.
La madre, confiando en los funcionarios representantes de la autoridad de esa época, firmó el papel sin mayor cuestionamiento, sin saber qué es lo que realmente consintió.
Claudio, aunque en ese momento era un pequeño niño, reconocía a sus familiares e identificaba claramente quién era su mamá, según relata Gloria, por lo que la despedida no fue fácil.
“Él sabía quién era yo, quien era su mamá, su salida de la casa fue muy dolorosa, se fue llorando y nosotras también quedamos llorando”, dice Gloria, quien recuerda entre lágrimas el último día en que vio a su hermano.
“Hace más de diez años que la sociedad chilena se ha ido informando de adopciones que tuvieron lugar en nuestro país de forma irregular”, dice un informe de noviembre de 2018 emanado desde una comisión especial de la Cámara de Diputados.
“Tales adopciones se han hecho sin el conocimiento de los padres biológicos y con la acción y omisión de algunos servicios del Estado”, puntualiza el documento que elaboró la Comisión especial investigadora de los actos de organismos del Estado, “en relación con eventuales irregularidades en procesos de adopción” ocurridos en el país.
“La modalidad de sustracción consistió en engañar a las madres respecto del destino de sus recién nacidos”, reconoce la comisión en el informe.
“Posteriormente, para efectos de completar el proceso de entrega del recién nacido a su familia adoptiva, se contó con el apoyo de algunos jueces, autoridades migratorias, notarios, personal ligado a la Iglesia, e incluso de organizaciones de la sociedad civil vinculadas a las adopciones”, detalla el documento.
En su conclusión, la comisión asegura que los hospitales de la red pública “no guardan la información necesaria en relación a los padres biológicos y las causas de fallecimiento”, que especifica “nunca ocurrieron”, mientras que agrega que el Registro Civil tampoco cuenta con mayores antecedentes.
Algo similar se describe sobre la información que manejaba el Servicio Nacional de Menores (Sename)- ahora llamado Servicio Mejor Niñez- del cual se asegura no cuenta con mecanismos que permitan ejercer adecuadamente el derecho a conocer la identidad biológica de las personas que han sido dadas en adopción.
Sin embargo, en el párrafo siguiente, los integrantes de la comisión matizan el alcance de esta supuesta falta de información, debido a que la acción privada y particular de muchas de las víctimas de estas adopciones forzadas, ha permitido cientos de reencuentros, según datos de organizaciones civiles.
“Lo anterior, evidencia y revela serias omisiones por parte de nuestra institucionalidad si tomamos en cuenta que finalmente se pudo dar con el paradero de las personas buscadas mediante una insistente pesquisa que incluía las mismas instituciones consultadas formalmente de manera previa”, asegura el documento que data de 2018.
En ese sentido, Maritza Solís, coordinadora zonal de la organización Hijos y Madres del Silencio (HMS), confirma lo que reconoce la comisión y explica que en la organización se han producido más de 200 reencuentros, pero con escasa o nula cooperación estatal.
“Por ejemplo, cuando se pide información al Sename para lograr dar con el origen biológico de una persona, entregan la información con el nombre de la madre biológica tachado porque no está permitido que eso se entregue a un tercero, pese a que quien lo pide es el hijo o hija”, explica.
En el caso de Gloria y la búsqueda de su hermano, relata que los organismos estatales siempre les han dado respuestas “evasivas” y solo una vez una funcionaria, de la cual no recuerda detalles, les entregó un destello sobre el paradero de Claudio.
“Una mujer le dijo a mi mamá: señora ya no se haga ninguna fantasía de volver a ver a su hijo porque su hijo ya no está acá en Chile, se lo llevaron a Suecia”, relata Gloria. La declaración les resultó aplastante.
Desorientada, triste y desamparada, la madre continuó por años buscando respuestas y muchas veces confrontó a la asistente social Verónica Melo, sin encontrar una explicación.
Gloria relata que en una ocasión su madre fue sacada por la fuerza del municipio de Coyhaique porque, desesperada, agredió a la funcionaria a la que le pedía respuestas.
En los meses y años siguientes a la desaparición de Claudio, los derechos de su madre fueron vulnerados una y otra vez. Su hija apela a una sola razón: la pobreza.
En este relato, Gloria es quien habla por la familia, puesto que su madre está muy afectada y según explica, no quiere que se vuelva a exponer a los detalles de la pérdida de su hijo.
En ese sentido, Gloria recuerda uno de los pasajes más amargos que han vivido durante estos años y relata que un día, Carabineros llegó a su casa por una denuncia interpuesta en contra de su madre.
Un vecino, quien al no saber de Claudio en muchos meses, acusó a la madre de haberlo asesinado y enterrado en el mismo sitio.
“Yo tenía nueve años, y le decía a los carabineros que a mi hermano lo habían llevado a un hospital”, explica Gloria, sin embargo, la ignoraron. “Hicieron hoyos por todo el sitio, desarmaron el piso de la casa, rompieron todo, pero nunca encontraron nada”, relata con tristeza.
Según su testimonio, pese a que su hermano les fue arrebatado por altos funcionarios públicos, mediante la firma de documentos oficiales y con la autorización de un juez, nadie aclaró las graves acusaciones que se hicieron en contra de su madre.
En esos momentos, el país estaba gobernado por una dictadura militar, lo que se refleja en lo vivido por la familia Peranchiguay. “Nadie tenía derecho a nada”, lamenta Gloria.
“Ella (su madre) dónde iba a ir sin saber leer ni escribir, sin que nadie la apoyara, sin que nadie le diera un consejo, solita en una oficina llorando”, describe Gloria con gran amargura. “A mi mamá le hicieron un daño psicológico muy grande, ella nunca ha olvidado a su hijo”, agrega entre lágrimas.
Gloria asegura que su madre conserva intacta la esperanza sobre su hijo, tanto así que nunca ha querido cambiarse de domicilio, porque siente que hay una posibilidad de que un día Claudio vuelva buscando su hogar.
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