En esta línea, un 66% de los hogares no posee estándares mínimos de aislación térmica y un 21% de las personas declaró pasar frío en sus casas durante el invierno. Investigadores de la U. de Chile explican que la pandemia evidenció aún más estas problemáticas.
La energía es considerada uno de los recursos fundamentales para el desarrollo socioeconómico de todas las comunidades, pero en Chile existen casi 20.000 viviendas sin acceso a electricidad. En 2017, el Instituto Nacional de Estadísticas registró que el 22,6% de los hogares urbanos gastan excesivamente en energía, mientras que el 16,9% limita su gasto para cubrir otras necesidades básicas. Asimismo, informes de 2016 y 2019 de la Encuesta CASEN indican que un 66% de las casas chilenas no posee estándares mínimos de aislación térmica, por lo que un 21% de las personas ha declarado pasar frío durante el invierno.
Frente a este escenario que demanda concientizar a la población sobre la importancia de usar la energía de manera eficiente y sostenible, desde 1988 cada 5 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Eficiencia Energética. La fecha busca contribuir con la optimización de los procesos de producción, potenciar el uso de fuentes renovables y fomentar el consumo responsable, entre otros aspectos relevantes que también forman parte del trabajo impulsado por la Red de Pobreza Energética (RedPE) de la Universidad de Chile.
De acuerdo con la investigadora del Centro de Energía de la U. de Chile, Paz Araya, aún queda mucho por avanzar en esta materia, pues “la eficiencia energética ha sido desplazada por otras agendas en las políticas públicas sobre energía, a pesar de instalarse como el área con mayor potencial para reducir las emisiones de CO2 y mejorar la confiabilidad, seguridad e independencia de los suministros energéticos, además de sus beneficios económicos”.
En cuanto al debate de incentivar la transición hacia energías renovables, el director del Centro de Excelencia en Geotermia de los Andes (CEGA) de la U. de Chile, Diego Morata, señaló que el país tiene un enorme potencial en energía geotérmica. “Se trata de una fuente limpia, renovable y distribuida a lo largo de todo el país, que nos permitiría generar electricidad de manera eficiente y totalmente sustentable, junto con aprovechar lo que se llama el uso directo de la geotermia. Es decir, utilizarla directamente proveyendo calor para calefaccionar recintos, e implementarse en el sector productivo y en invernaderos de zonas con climas poco propicios para el cultivo de hortalizas y vegetales”.
Actualmente el CEGA se encuentra desarrollando proyectos piloto encaminados a dar a conocer las características geológicas de los recursos geotermales, con el fin de promover un uso sustentable en la generación de electricidad. También se está trabajando en iniciativas con financiamiento de gobiernos regionales y el Ministerio de Energía, para instalar bombas de calor geotérmicas en el sur de Chile reemplazando la leña en salas de clase, e implementar invernaderos en Aysén y Los Ríos para el cultivo de hortalizas.
Durante la crisis sanitaria se han evidenciado carencias relacionadas con la pobreza energética que enfrentan los hogares, relacionadas a mala calidad de la vivienda, sistemas de calefacción ineficientes, escasez de agua para mantener una higiene adecuada y contaminación intradomiciliaria y atmosférica, entre otros problemas.
De acuerdo con RedPE, la falta de acceso a la energía y a tecnologías de calidad en pandemia tienden a aumentar los niveles de estrés, disminuyendo la calidad de vida de las personas. Esto podría explicarse porque a pesar de que el 99,7% de los hogares chilenos están conectados a una fuente de electricidad, en 2018 la Encuesta CASEN reconoció que un 18,1% de las viviendas se ubican en comunas cuyas interrupciones eléctricas fueron de más de una hora en promedio al año. Por otro lado, también se han comprobado desigualdades de género, ya que durante el periodo de confinamiento la OMS ha registrado que el 60% de las muertes por contaminación intradomiciliaria corresponden a mujeres, niños y niñas.
Paz Araya enfatizó que “en este contexto, las familias que están estudiando y/o trabajando desde casa, se han visto obligadas a hacerse cargo de los gastos operacionales en energía que eran cubiertos por colegios y empleadores. Con el confinamiento se ha visibilizado aún más la experiencia de vivir en viviendas poco eficientes, frías y contaminadas durante los meses de invierno. Por tanto, se debe mejorar la regulación para las nuevas construcciones, extender la certificación de forma obligatoria para casas a la venta y en arriendo, y encargarse del reacondicionamiento térmico de los más de 3 millones de hogares construidos con aislación insuficiente”.
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