En la Patagonia el mate es más que una bebida, es un símbolo de hospitalidad y compañerismo.
A principios del siglo XX, en plena colonización de la Patagonia chilena, en los ranchos y estancias el mate era el centro de la reunión, donde los gauchos y viajeros se reunían para compartir historias y calentar sus manos al frente de una fogata o un brasero para capear las frías noches.
Si bien el mate es una bebida que usaba mucho el pueblo guaraní, en Paraguay, pronto esta infusión se expandió más allá de sus fronteras y la adoptaron los propios conquistadores españoles que la extendieron por la pampa Argentina y cruzó la banda oriental del río Uruguay.
A Chile el mate llega en parte por la cultura gaucha argentina, pero algunos antropólogos sugieren que se remonta a los tiempos de los tehuelches y mapuches a ambos lados de la cordillera.
Con el tiempo, el mate se convirtió en un elemento integral de la cultura patagónica, uniendo a la gente en momentos de trabajo y descanso.
En los días de lluvia y viento, el mate es un refugio, un abrazo caliente que reconforta el alma ante el agreste clima invernal o los avatares de la vida. En los días de sol, es un compañero fiel, que se disfruta en el campo, rodeado de la majestuosidad de la naturaleza.
En Aysén la bebida se ha hecho merecedora de homenajes, tal como el monumento que existe en Coyhaique o la casa mate construida en Cochrane.
El mate patagónico es fuerte y amargo como la tierra que lo produce. Se prepara con yerba seca y agua fría, y se bebe en silencio, saboreando el momento. Es un ritual que se repite, una y otra vez, uniendo a las personas y a la tierra.
En la Patagonia, el mate es vida, historia, tradición. Es un recordatorio de que, incluso en los lugares más remotos y hostiles, hay calor y humanidad.
Son muchas las expresiones que surgen en torno a compartir un mate, ya sea caliente o frío.
“Matear” es tomar mate en rondas, usando un solo envase y compartiendo o simplemente cada uno usando su calabaza.
“Ensillar el mate” es el acto de sacarle un poco de yerba usada (no toda) y agregarle un poco de yerba nueva. Con esto se logra que el mate mantenga el sabor un poco más de tiempo, si es que uno no quiere volver a prepararlo completo.
El “mate del tonto o del gil” es el mate inicial que se entrega primero a una persona en una ronda de mate, ya que se considera a tal mate como demasiado fuerte y aún sin el gusto o aroma apropiado, generalmente lo toma el cebador del mate, es decir, el que lo prepara.
La bebida se prepara con la yerba mate u hojas secas de la planta Ilex paraguariensis, se añade agua y se usa el recipiente tradicional, generalmente hecho de calabaza o madera que todo el mundo llama “mate”. A ello se añade la bombilla o caña con un filtro en la parte inferior.
Por lo general se prepara llenando el mate con yerba mate hasta 3/4 de su capacidad y se agrega un poco de agua para humedecer la yerba. Se introduce la bombilla en el mate, asegurándose de que el filtro esté cubierto por la yerba.
Se vierte agua caliente (no hirviendo) sobre la yerba, llenando el mate. Se bebe a través de la bombilla, hasta que el líquido se acabe y se repite el proceso, agregando agua caliente y bebiendo, hasta que la yerba pierda su sabor.
Hay muchas maneras de hacer el mate y se habla de los estilos paraguayo, argentino e incluso chileno, pero casi todos coinciden con los siguientes consejos: que la temperatura ideal del agua sea entre 70°C y 80°C; por ningún motivo usar agua hirviendo, ya que puede amargar la yerba, que la cantidad de yerba y agua puede variar según el gusto personal y que el mate se comparta tradicionalmente en un círculo, pasándose de mano en mano.
El mate surgió en Paraguay, pero se expandió hacia el sur de Brasil y países como Bolivia en la frontera con El Chaco, toda Argentina y Uruguay y el sur de Chile. Está muy vinculado con la cultura gaucha que abarca a los países del sur de Sudamerica .
Entre los tipos de mate está el mate tradicional (con yerba mate común), mate amargo (yerba mate sin azúcar), mate dulce (yerba mate con azúcar), mate suave (yerba mate con menos cafeína) y mate energizante (yerba mate con guaraná, aguardiente, café u otros estimulantes).
Algunos hacen el mate con bombilla o con cuchara y sirviéndolo con la calabaza o un jarro de metal. Algunos consumen el mate tereré con agua fría y jugo de frutas, el mate cocido con agua hirviendo y azúcar o el llamado mate chai que se toma con especias y leche.
En Chile se añade a la yerba mate elementos como canela, clavo de olor o yerbas como paico y en el sur de Brasil se añade cacao o chocolate.
Y para ti ¿cómo sería tu mate ideal?
La popularidad del mate incluso ya cruzó los mares, pues en el último tiempo se exporta a países europeos e incluso a culturas tan distintas como Siria y Líbano, pues muchos inmigrantes de esas naciones que vivieron en Argentina se lo llevaron posteriormente a sus países de origen y desde allá lo solicitan por plataformas comerciales.
Durante la colonia el mate era ya la bebida que se tomaba sin importar las clases sociales. Según el libro “El mate en la historia de Chile” de Miguel Franco, los europeos eran invitados constantemente a compartir el mate, pero esto chocaba con sus costumbres y mostraban repulsión a compartir una misma bombilla.
Se dice que en 1810 los precios de la yerba subieron de manera exorbitante y la gente empezó a buscar una variante, así estos introdujeron el consumo del té y el café que provenían de India y China y ya a comienzos del siglo XX se convirtieron en las bebidas preferidas, desplazando al mate a un segundo plano.
Pero en el sur y en lugares rurales nunca se olvidó el consumo del mate. A mediados del siglo XX la bebida volvió a penetrar en la zona central y en Santiago, principalmente por los universitarios sureños que llegaban a estudiar a la capital.
Ahora ya no es raro ver a oficinistas de Santiago tomando mate entre medio del trabajo, lo que demuestra el regreso de la bebida histórica más allá del sur de Chile.
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