Un 30 de noviembre de 1954, en Puerto Aysén, falleció José Antolín Silva Ormeño, un hombre que pasó a convertirse en leyenda para la región. Era un multifacético, pues fue colono, pero se vio obligado a convertirse en jefe de guerrillas durante el episodio de la Guerra de Chile Chico, para posteriormente incursionar como agricultor, comerciante, ganadero, carpintero, minero y poeta.
Silva era originario de Mulchén, ciudad donde nació el 2 de septiembre de 1885. Sus padres eran Juan de Dios Silva y Carmen Ormeño, ambos partidarios del presidente José Manuel Balmaceda, derrotado en la Guerra Civil de 1891. La imagen del llamado “presidente mártir” lo acompañó siempre y fue el rostro de las injusticias y el maltrato de los poderosos hacia la clase obrera.
Según los libros “De la Trapananda a Aysén” de Mateo Martinic y “Aysén, panorama histórico y cultural de la XI región“ de Hernán Ortega y Annabella Brünning, José Antolín hizo el servicio militar en Temuco a comienzos del siglo XX en la primera compañía del Regimiento Tucapel. Después de esa experiencia se sumó a la gran cantidad de chilenos provenientes desde Los Ángeles a Osorno y de otros que venían desde Argentina para viajar a la inexplorada Patagonia de Chile y hacerse ahí una vida nueva.
Luego de trabajar en las estancias compra animales, los vende, ahorra y junto a su hermano Bautista adquieren un boliche en el sector Lago Blanco, les va bien y fundan una línea de correos. También se convierte en padre de Antonio Arnulfo en 1910 y Aurelio en 1912.
Silva Ormeño era parte de un grupo de pioneros que colonizaron de manera espontánea el territorio del lago Buenos Aires, sin la venia del gobierno o de una sociedad explotadora. Muchos de sus clientes provenían de Valle Simpson y de un lugar fronterizo llamado El Huemul y junto a estos vecinos deciden crear un pueblo. Varios de esos hombres eran veteranos de la Guerra Civil de 1891 que se vieron obligados a vivir en la clandestinidad y pasar a Argentina, pues estaban marcados en Chile por haber peleado por Balmaceda, con ellos levantan el pueblo y trazan las calles. El nombre del pueblo fue Balmaceda, fundado un 1 de enero de 1917, un lugar de paz para estos hombres, lejos del poder del régimen parlamentario que traicionó al “presidente mártir”.
En Balmaceda conoce a su segunda pareja, Adela Bórquez, con quien concibe a sus hijas Rosalba en 1916, Dalia en 1917, Ilda en 1918 y Elsa -ya en Puerto Aysén- en 1929.
POR LA TIERRA
Entre junio y agosto de 1918 el gobierno, que había llegado a un acuerdo con los colonos, desconoció dicho arreglo y arrendó los terrenos donde estaban instalados al empresario Carlos Von Flack. Se produjo un desalojo vergonzoso de los colonos de parte de la policía que incluso recurrió a la fuerza y a la quema de sus casas.
Llevado por la fuerza de sus valores, José Antolín Silva, envalentonó a los colonos y los instó a defender sus tierras aunque sea por la armas. Lo eligen jefe de una milicia de colonos, considerando que tenía entrenamiento militar. Todos los acontecimientos del llamado incidente del Lago Buenos Aires están muy bien documentados en el libro “La Guerra de Chile Chico” de Danka Ivanoff.
Tras resistir un pésimo invierno patagónico, casi a la intemperie, y dirigir pequeños combates contra la policía, intervino la gendarmería argentina que, al contrario de los uniformados chilenos, parlamentó con los colonos, que finalmente entregaron sus armas. Silva y algunos de sus compañeros pasaron en calidad de detenidos a Comodoro Rivadavia hasta que el problema se solucionó con el gobierno chileno que volvió a reconocer el acuerdo de uso de tierras con los pioneros de Chile Chico.
En prisión, nuestro pionero escribió un poético texto acerca de sus motivaciones al momento de empuñar las armas: “Yo, Silva y el gran terrateniente nos chocamos con gran altivez. ¡Ah, Pueblo! No mires la sombra. Sólo mira que la tierra tuya es. Deja al pueblo otra vez y no me tengan por exigente. Que antorcha que yo encendí no la apagan terratenientes”.
EXPLORADOR DE AYSÉN
José Antolín Silva regresó a Balmaceda tras su prisión, pero en 1928 se instaló en Puerto Aysén.
De alma solitaria se adentró a reconocer el río Ibáñez y el lago General Carrera sin más compañía que su caballo, un perro y un pilchero, en parte inspirado en la lectura del libro “Martín Fierro” del escritor argentino José Hernández, uno de sus favoritos.
En su trabajo como minero se dedicó a buscar minas de plomo y logró extraer algo de ese mineral para su comercialización. Estaba convencido que todo Aysén poseía mucho potencial en la explotación del plomo.
El hallazgo de plomo lo hizo Saturnino Inayao y él se lo comunicó a Silva Ormeño, quedando éste como descubridor del yacimiento que más tarde se conocería como Mina Silva, ya que él comenzó las gestiones para su explotación.
Sus ires y venires por la pampa eran frecuentes. Su personalidad algo contradictoria, pues era locuaz y hasta podía ser el alma de un fogón contando sus historias, pero al rato prefería la soledad o la compañía de un buen libro para después escribir sus pensamientos.
Sin duda su gran amor fue Aysén y así lo reflejó en prosas y poemas como éste:
“El territorio de Aisén
ya se está haciendo nombrado,
de sus cerros
bajan ríos en tropel.
Como copia del Edén
con sus blancas cordilleras
desde el mar a su frontera
muy bien se está trabajando
y sus pasos apurando
como el sol en su carrera”.
EL VIEJO PATAGÓN
En 1942 José Antolín vive una de las penas más grandes de su vida. Su compañero de correrías de juventud, su hermano Bautista, con quien llegó a colonizar Aysén, muere ahogado en el río Blanco en Coyhaique.
Bautista y su esposa Rosario habían donado un terreno para un cementerio en Coyhaique y ahí descansan sus restos y el de sus descendientes.
Ya casi al cumplir los 70 años de edad, viéndose un poco indefenso ante la vida, José Antolín gasta sus últimos ahorros para ir a abrir un “campo” en Bahía Erasmo, un lugar imposible hacia el sur, avanzando por el Golfo Elefantes, al interior del Estuario Francisco. Pese a las condiciones climáticas hizo algunas “mejoras” en lo que fue una de sus últimas hazañas.
UNA ESCUELA
Silva falleció en Puerto Aysén el 30 de noviembre de 1954, sin fortuna, enfermo en una habitación de hospital y casi en el olvido. Dos dos personas se encargan de sepultarlo, el doctor Jorge Ibar, su médico, y su amigo Vicente Durán que se hizo cargo de su velatorio.
Pero el olvido no ha sido del todo, pues en Balmaceda se fundó la Escuela José Antolín Silva Ormeño y que recupera el nombre e historia de este ilustre pionero de la región.
Fue Josefina Méndez, pionera y profesora de profesión la que levantó a petición de los colonos una escuela en Balmaceda para enseñar a leer y escribir a los niños. En 1917, en un galpón, fue que esta esforzada colona dio sus primeras clases y en 1929 se funda la escuela con el nombre de Escuela N° 6 de Balmaceda.
En 1937 la escuela pasó a conocerse como Escuela N° 14 y en 1978, después de superar un incendio, la escuela se refunda y se le da el nombre del antiguo colono aysenino como una forma de recuperar su historia y la importancia que tuvo como fundador del pueblo de Balmaceda. Fue una manera de saldar la deuda con él y borrar el mal de “el pago de Chile” con su figura.
UNA DEUDA
Según la Fundación Aysén por Aysén en 2014 se descubre la tumba del fundador de Balmaceda, se exhuman sus restos y se los reubica en una cripta en la plaza del pueblo. Su cuerpo estaba en un nicho deteriorado y abandonado en el cementerio de Puerto Aysén.
Ahora los restos de Silva pueden ser visitados por quienes van a Balmaceda, aunque el monumento bien merece una mejora de parte de las autoridades coyhaiquinas.
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