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El cielo de la Patagonia ahora tiene a una Angelita

Por Pablo Santiesteban / 27 de septiembre de 2023 | 14:33
Ángela Pérez fue un personaje típico de Coyhaique que irradió simpatía y admiración. Crédito: redes sociales.
Pesar causó el deceso de la conocida verdulera coyhaiquina Ángela Pérez a sus 100 años.
Atención: esta noticia fue publicada hace más de un año

Muchos la recordarán como una mujer modesta, alegre y luchadora que con frío, lluvia o nieve siempre estaba en la calle para atender con amabilidad y una sonrisa a su clientela, por eso el cielo de la Patagonia tendrá desde lo alto a una “Angelita”.

Sorpresa y tristeza causó la noticia del deceso de doña Ángela Pérez que a sus 100 años dejó este mundo, pero también el recuerdo de quiénes la admiraban por su tesón y espíritu de lucha.

“Angelita”, como la llamaban sus vecinos y vecinas con cariño, era una mujer que hizo de la calle su lugar de trabajo, sin importar la inclemencia del tiempo o las crisis económicas. Vendía verduras en Coyhaique las que transportaba en un carrito o a veces en bolsas y las ofrecía con una particular dulzura que a muchos enternecía.

Ángela Pérez nació un 18 de abril de 1923 en Dalcahue, hija de Clorinda Pérez y desde hacía muchos años se trasladó a Coyhaique, ciudad donde hizo su vida y vivió con sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.

Ella misma cultivaba sus verduras y hacía sus huertos. Su alegría y sencillez eran contagiosas y muchas veces, después de vender, contaba un chiste o se acordaba de alguna anécdota graciosa. Si el cliente se ganaba su confianza hasta se despedía con un abrazo cariñoso, así ella compartía e irradiaba su optimismo.

“Angelita” salía a vender sus verduras simplemente porque quería, no por necesidad, pese a que ganaba una modesta pensión y su principal motivación era reunir dinero para comprar su leña para el invierno patagón.

Angelita Pérez siguió trabajando hasta más allá de los 90 años. A veces había personas que no le creían que ya era nonagenaria y ella, con una sonrisa, sacaba su carné de identidad para demostrar que no mentía. El documento era casi su diploma a la perseverancia y varios se asombraban al comprobarlo.

La querida vendedora está siendo velada en la Iglesia Apostólica Pentecostal de Coyhaique, ubicada en calle Divisadero.


 

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