Opinión

No me ayude, compadre

Por Roberto Cadagán / 8 de abril de 2022 | 11:49
Columna de opinión de Víctor Pineda Riveros Periodista
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La doctora Izkia Jasvin Siches Pastén se dio a conocer popularmente como presidenta del Colegio Médico de Chile en los primeros días de la pandemia, como crítica de los intentos gubernamentales para combatir los efectos del terrorífico mal que pendía sobre la cabeza de todos los homo sapiens sapiens.

No estaba sola. Su colega Jaime Mañalich, a la sazón ministro de Salud de Sebastián Piñera, debió armar barricadas, construir trincheras, erigir bunkers y utilizar cuanto medio le permitía repeler los embates que lo castigaban desde diversos frentes, no solo desde el colegio profesional de los galenos. 

Vivíamos, como dije, los primeros días del fenómeno que todavía no se rinde, por lo que hubo muchas discrepancias entre científicos y especialistas acerca de lo que se debía y lo que no se debía hacer para aminorar los efectos del horroroso bicho, redondo y con cuernos por todas partes. 

En ese terreno, la doctora Siches fue conocida por todo el país. Los partidarios del gobierno la atacaban con lo mejor de su arsenal y los opositores ofrecían generosamente sus espaldas para apoyarla. Los desacuerdos entre el ministerio y diversas entidades médicas le dieron un rol protagónico más allá de lo estrictamente clínico, porque la internista formada en la Universidad de Chile entró derechamente en el terreno político.

Más tarde, la salida de Mañalich, reemplazado por el más empático y pequeño Enrique Paris y su fiel escudera, la experta en responder a los inquisidores periodistas, doctora Paula Daza, más una contundente avalancha de vacunas, terminaron por calmar los ánimos.   

Tras abandonar la cabecera gremial para integrar el comando electoral de Gabriel Boric, en noviembre del año pasado, Izkia Siches asumió nada menos que como jefa de campaña, cargo desde el que logró, según opinión de analistas muy capacitados, subir sustancialmente la votación del abanderado de Apruebo Dignidad en la zona norte durante la segunda vuelta, ya que en la primera había resultado sorprendentemente floja.

A comienzos del año en curso, el Presidente electo Boric la designó como ministra del Interior y Seguridad Pública. A los 35 años, cerca de los 36, Izkia Siches se convertía en la primera mujer en ocupar tal cargo en la historia de Chile.

Hasta allí, todo era miel sobre hojuelas, pero desde que tomó las riendas del más difícil de los cargos del gabinete, la joven médica ha estado en el epicentro de las críticas opositoras, que le cargan cuatro errores no forzados en menos de un mes de gobierno. 

Le sacan en cara el frustrado viaje a Temucuicui, donde la recibieron a lo far west; la doble opinión frente al caso del carabinero que disparó a un estudiante, la mención de Wallmapu que tanto molestó a los argentinos y, finalmente, la pifia al denunciar una fallida expulsión de extranjero, supuestamente por obra del gobierno anterior. 

Como hasta para los demás integrantes del Ejecutivo ha sido difícil negar estos gazapos, el Presidente debió salir en defensa de su mano derecha, ratificándole la confianza y rechazando de una cualquier asomo de un cambio en el gabinete, que alcanzó a ser pedido por los ex inquilinos de La Moneda.

Sinceramente, la situación nos recordó a aquellos entrenadores cuestionados por una serie de derrotas del equipo, quienes reciben la bendición de los dueños del club, que a su vez rajan vestiduras por el vapuleado técnico, al que piensan echar en cuanto lo convenzan de que se vaya sin cobrar todo lo que le corresponda legalmente por el despido.

A la ministra no le falta capacidad. Nadie puede dudar que es una mujer muy inteligente y capaz de sacar adelante la misión encomendada por el Mandatario. Lo que necesita Izkia es experiencia, algo nada raro para su edad y porque lleva poco tiempo metida en política. Otra cosa es con guitarra para quien se sumerge en las honduras de la conducción de un país, especialmente cuando las aguas están tan agitadas, como ocurre actualmente en Chile.

Y, también, se ha hecho evidente que merece mejores asesores. Requiere de la colaboración cercana de personas con recorrido y carrete en el arte de abastecer de ideas y consejos válidos a los personeros jóvenes y ansiosos de dejar hasta el alma en beneficio de su patria.

Si, por el contrario, los adláteres son apenas operadores políticos, besamanos y oportunistas, llegados a puestos intermedios por mandato del viejo y nefasto cuoteo, mejor no contar con ellos.

Es mejor decirles, de una vez, no me ayude, compadre.   

Columna de opinión de Víctor Pineda.

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