Todo era cautivante, montañas nevadas, animales majestuosos, flora luchadora y resistente; un sentimiento de estar lejos de todo lo conocido, pero más en armonía con uno mismo, fue parte de lo que sintió la Dra. Angélica Casanova en 1995 cuando conoció por primera vez la Antártica.
Nacida en Puerto Montt pensó que sus investigaciones estarían relacionadas con los alerces, árbol que le parece muy interesante, pero su foco y especialidad la ha direccionado al continente blanco, especialmente a la ecología funcional de plantas y hongos, y para conocer si se adaptan o no al cambio climático.
En la Antártica ha estudiado pastos, musgos y líquenes, atraída por conocer sus capacidades de adaptación y sobrevivencia a unos de los climas más difíciles del planeta. Desde su primera llegada al continente ha podido ver como el verde va tomando más espacios en sitios donde antes en los veranos aún existía hielo. “Se está enverdeciendo la Antártica” –dice-, es un proceso lento pero que lo hemos podido estudiar.
María Angélica Casanova Katny es académica de la Universidad Católica de Temuco, Doctora en Recursos Naturales de la Universidad Justus Liebig, de Alemania, Magister en Botánica y Profesora en Ciencias Naturales y Biología. Ha guiado más de 15 tesis en temas Antárticos. Siempre está motivada por llevar estudiantes y que se maravillen como ella lo hizo hace 26 años atrás.
—La emoción que yo sentí al ver crecer esas plantas en condiciones extremas era realmente impactante, intenso ver como los organismos tratan de sobrevivir—.
Deschampsia antarctica y Colobanthus quitensis, son dos plantas nativas antárticas que la investigadora le ha dedicado todos estos años de estudio. Dice que son perfectas oportunistas, ya que apenas sienten un aumento leve de temperatura, por una o dos horas comienzan a realizar fotosíntesis más rápido y además van germinando sus semillas, aumentando poco a poco la cobertura en la Antártica.
El 1 de diciembre de 1959 doce países suscribieron el acuerdo que consagró la armonía y la cooperación científica internacional en el Continente Blanco. El Tratado designa a la Antártica como una región de paz y cooperación. Justamente lo que la investigadora ha podido confirmar en cada una de sus 15 expediciones en los meses de verano.
En el día Internacional de la Antártica, la investigadora invita a los estudiantes a que no dejen de explorar, que no pierdan la curiosidad que hay mucho por descubrir. Justamente y sin perder la constancia ni campaña antártica alguna, actualmente se encuentra estudiando la influencia de las colonias de pingüinos en el desarrollo de las comunidades de tundra en la Península Antártica.
—La paz y la investigación es el objetivo del tratado que hoy se recuerda. Para nosotros como investigadores es fascinante vivir la experiencia Antártica. Realmente la vivimos como si no tuviera fronteras, uno no necesita pasaportes ni permisos para moverse de un lugar a otro. Podemos trabajar con cualquier investigador. Hay mucha fraternidad, sororidad, los científicos estamos comprometidos a resguardar que el tratado se respete—.
En la medida que conocemos los ambientes antárticos y sus organismos, explica, podremos valorarlos y respetarlos más para conservarlos y protegerlos. — Llamo a los jóvenes a trabajar en este continente y que transformemos este planeta en un lugar más amable para todos, tal como ha sucedido en la Antártica—.
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